miércoles, 13 de abril de 2022

Las bibliotecas y el (supuesto) embrutecimiento general de la sociedad

Leyendo el artículo de Alberto Soler Soto La Era de Los Lectores. Claves sobre el futuro de las bibliotecas uno se encuentra con la típica contraposición entre la cultura de la imagen (el Mal) y la cultura libresca (el Bien). 

La cultura de la imagen «es la cultura del facilismo, del aprendizaje pasivo, y no es trivial relacionarla con las causas del fácilmente apreciable embrutecimiento (idiotización) general de la sociedad (sic)». 

Se supone que la cultura libresca nos salvaría de las perversas y pecaminosas garras de la cultura audiovisual. Se supone que esa cultura de la imagen tiene una relación no trivial —¿causal?— con la idiotización general de la sociedad. Se supone que la sociedad está idiotizada.

Todos y cada uno de estos supuestos son cuestionables. 

Se lee mucho más ahora, bajo la tiranía de la cultura audiovisual, que en la época dorada de la cultura libresca. ¿O acaso se leía más en España durante los años treinta del siglo XX, por ejemplo, cuando aún no existía la televisión? 

¿Acaso es más fácil y pasivo prestar atención a una película de Tarkovsky que leer a Megan Maxwell? 

¿Puede ser idiota la sociedad como tal?

En este tipo de discursos sobre la idiotización general de la sociedad se plantea la idiotez de los demás como la norma de la cual un pequeño grupo privilegiado constituye la excepción. La gente es idiota, egoísta, no respeta nada, etcétera, pero nosotros no somos así. En el caso del artículo de Alberto Soler, los lectores son ese pequeño grupo excepcional que, frente a una sociedad aborregada por el consumo pasivo de imágenes, mantiene viva la antorcha del pensamiento crítico y la complejidad conceptual.

Ante este tipo de concepciones soteriológicas de la lectura, lo primero que se le viene a uno a la cabeza es que se trata de concepciones que asumen acrítica y pasivamente la idea del pensamiento crítico —la veneración acrítica del pensamiento crítico—, entendido como una especie de bálsamo de Fierabrás cognitivo capaz de acabar con todos los problemas sociales y, de paso, apuntalar los cimientos de la democracia occidental.

Salta a la vista, además, que al autor del artículo se apunta a lo que Baudrillard llamó la condena moral de los signos. Las imágenes son malas, signos superficiales que no remiten a significados trascendentales. Esta es, sobra decirlo, una concepción acrítica de la cultura de la imagen, una condena meramente moral de la cultura de masas.

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