martes, 4 de septiembre de 2018

Elogio de la espera

Leo por ahí a alguien que dice que lo que más daño le ha hecho en esta vida es esperar. Esperar amor, una llamada, etcétera. 

Por mi parte, llevado tal vez, pese a mi poca estima por la dialéctica*, por cierto espíritu de la contradicción, y también tal vez por cierta obsesión con la definición que da San Pablo de la fe como la hipóstasis** de las cosas esperadas, pienso que la espera es lo que salva —spe salvi— y la dimensión más fundamental del tiempo, aquella en la que verdaderamente se experimenta el tiempo como horizonte trascendental de nuestras vidas (disculpen la heideggerianada). 

*Me refiero fundamentalmente a la dialéctica hegeliana. En la asignatura Dialéctica y Realidad elegí leer Diferencia y repetición, el único libro de la bibliografía que iba contra la dialéctica, lo que paradójicamente podría considerarse un gesto en sí mismo dialéctico. Deleuze argumenta que la dialéctica hegeliana establece la negación de lo otro como principio esencial de la propia identidad, mientras que desde una filosofía de la diferencia la afirmación de lo propio también conlleva negaciones, pero como efecto, como resultado, no como principio. La diferencia no implica necesariamente contradicción (esto es una versión muy resumida y sin matices, así que si hay un hegeliano en la sala espero que no se sulfure demasiado) 

**Hipóstasis se puede traducir como sustancia. También puede traducirse como verdadera realidad. La fe es la verdadera realidad de las cosas esperadas, porque no han sucedido, porque todavía no son. 

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