sábado, 3 de enero de 2015

Destino

Tuvimos apenas unos días, pero fueron muy largos.
La luz cambiaba sin cesar.
Unos días, repetidos a lo largo de los años,
en el transcurso de una década.
Y cada encuentro estuvo cargado de cierta exactitud,
como si hubiéramos viajado, por separado,
una gran distancia; como si hubiéramos tenido,
a través de esos años nómadas,
un destino, al fin y al cabo.
No un lugar, sino un cuerpo, una  voz.
Unos días. Una intensidad
a la que no se le permitió nunca volverse
tolerancia o afecto adormecido.
Y así creí, durante años, que era una absoluta maravilla;
en mi cabeza volvía una y otra vez a esos días,
convencida de que eran el núcleo de mi vida amorosa.
Los días eran muy largos, como lo son ahora.
Y los intervalos, las separaciones, fervientes,
teñidas por una especie de júbilo apasionado que parecía,
de alguna forma, prolongar aquellos días, inseparable de ellos.
Para que unas pocas horas abarcasen la vida entera.
Unas horas, un universo que ni se desplegaba ni se encogía,
al que, en cualquier momento, era posible acceder,
para que mucho después del fin, pudiera volver a él sin problemas,
pudiera vivir casi por completo en la imaginación.
Louise Glück

No hay comentarios:

Publicar un comentario