sábado, 4 de octubre de 2008

Anarco-capitalistas orwellianos (Queremos tanto al Gran Hermano)

"En el capitalismo la mayoría no obliga, no coacciona al individuo" nos dicen los ideólogos del anarco-capitalismo, (en una sentencia que revela un amor plenamente interiorizado a Gran Hermano, y por plenamente interiorizado quiero decir sin vistas a ningún tipo posible de línea de fuga, ya que habitamos una casa ideológicamente confortable, construida sin la violencia explícita de la bota permanentemente puesta sobre el rostro como visión del futuro) autodesignados como los auténticos representantes del liberalismo, los que aceptan su lógica con total coherencia. Son los utópicos de la década de los noventa, que continúan dando coletazos pese al derrumbe de la utopía. Amparados en el supuesto de una libertad individual que se identifica con la esencia (no con la existencia ni con una conquista histórica) del ser humano, de un ser humano concebido de forma alarmantemente abstracta, su hipótesis es más bien que nada puede condicionar al individuo. El individuo es libre, es soberano, decide sin que ningún elemento externo perturbe su decisión. Ni siquiera la publicidad, que se limita a informar. Pero entonces, si la publicidad no afecta a la decisión, ni siquiera pueden entenderse las razones de por qué existe la publicidad, ya que no trata de influir en la demanda. En realidad, hace ya mucho tiempo que los mensajes publicitarios no informan, ni tratan de hacerlo, perfeccionando mecanismos retóricos de seducción para dotar de trascendencia a lo intrascendente.

Si la libertad es un atributo esencial de un ser humano deshistorizado e independiente de sus circunstancias, cualquier crítica a la coacción real que sufren individuos concretos es automáticamente desestimada, porque los únicos responsables de esta coacción son los individuos que la sufren, ya que son libres. Cualquier otra explicación es un error epistemológico (todo lo que no comulgue con el individualismo metodológico es un error), un enfoque estructuralista u holista está condenado a priori, no se cuestiona el límite del reduccionismo o el campo de validez de una explicación reduccionista, que sin duda lo tiene, pero no es ilimitado: no todo es explicable en términos individuales en ciencias sociales. Además, por qué deternos en el individuos, sigamos hasta los genes y más allá. De esta forma, Paris Hilton es millonaria por sus propios méritos, y un inmigrante en paro es pobre únicamente por su culpa, ya que lo único que existe es una fórmula mágica: la libertad individual. ¿Qué lugar ocupaban en la estructura social? Preguntas erróneas, no existe nada parecido a una estructura social, todo lo que huela a estructuralismo o a socialismo es sospechoso de aberración totalitaria. O estás con nosotros los anarco-capitalistas o eres un marxista totalitario. No hay matices, sólo estrategias retóricas de exclusión/inclusión. La neolengua anarco-capitalista borra de su diccionario palabras como pobreza o desigualdad o, táctica más depurada, se limita a aceptarlas como lo natural, concebido, además, al más puro estilo de la metafísica tradicional: inmóvil, invariable, lo que conserva su esencia a pesar de los cambios. El modo de producción capitalista no es histórico, sino natural, criticarlo es como criticar la ley de la gravedad, una estupidez. La naturalización del capitalismo por parte de los anarco-capitalistas, ¿no conlleva, sin embargo, una contradicción? Somos libres, la libertad individual es la esencia del ser humano, pero esta libertad ha de circunscribirse a los límites que impone el propio capitalismo. Fuera del capitalismo, no existe libertad. Así, la verdadera libertad del ser humano, la capacidad de iniciativa, se ve severamente restringida. No tenemos capacidad de iniciar nuevas formas de organización social, creamos nuestras circunstancias sólo si aceptamos las circunstancias del capitalismo.

La guerra es la paz, la ignorancia la sabiduría, la coacción la libertad individual

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