viernes, 13 de diciembre de 2019

13/12/2019

Te sientes cada vez menos inteligente y más hastiado de la actualidad. Ni por asomo sabrías cómo poner tu propia época en conceptos. Tampoco sabrías escribir versos furiosos para violentar la realidad y fundirte con la noche. Tal vez estés inmerso en una especie de sereno desencanto. No eres infeliz, no estás desesperado ni nada parecido. Estás, tal vez, acomodado en tu rutina, en tu cotidianidad de término medio. Trabajo, cenas con amigos, risas, unas cervezas. Como si ser adulto significase despedirse de la demencial ansia de absoluto que te llevó a creer que serías un gran poeta o no serías nada en absoluto. Como si ya no importara cambiar ni la vida ni el mundo. No más Rimbaud, no más Marx. Fichar, la extra de navidad, etcétera. ¿No más noches azules? 

Y sin embargo, de vez en cuando, qué nostalgias, qué desgarros. Rescoldos del viejo fervor adolescente, cenizas de tu antiguo tú. Sin hablar, sin pensar, borracho de luz moribunda, volverás a caminar, tal vez, cuando vuelva la brisa. Eso piensas ahora. O, mejor dicho, eso escribes ahora. La verdad, nunca has creído que vivir fuera suficiente. Suena patético y tremendo, pero tú querías habitar en el reino puro de la verdad inaccesible, saber lo que no puede saberse: qué demonios hacemos aquí. Y he aquí otro desvarío adolescente que poco a poco se desvanece...

No hay comentarios:

Publicar un comentario