viernes, 5 de julio de 2019

05/07/2019

Con el objetivo de contrarrestrar el desasosegante e incesante griterío de la chavalería meritense que tiene a bien congregarse justo debajo de mi puta ventana, he puesto música a un volumen altísimo. He empezado con el glorioso posthardcore de At The Drive-In, luego he seguido con Artic Monkeys y ahora estoy con Interpol. 

La tasa de natalidad en España es bajísima, pero debería ser aún más baja, creo yo. Estoy con Arno Schmidt: soy un decidido partidario de la esterilización de los hombres —nótese que ni Schmidt ni yo decimos castración— y del aborto legalizado.

En fin, hablando de escritores geniales que no son tan conocidos y venerados como debieran, en la biblioteca, mientras colocaba libros, me he topado con una novela de Flann O'Brien que quería leer hacía tiempo y cuyo extrañísimo título —estoy abusando de los adjetivos superlativos en esta nueva entrega de mi rigurosamente verídico diario— es En Nadar-Dos-Pájaros. Como no podía ser de otra manera, me lo he prestado, aumentando así la pila de libros que he empezado y no he terminado de leer.


Últimamente, sin motivo alguno, estoy contento. Mira qué cara de felicidad, me ha comentado hoy una compañera de la biblioteca. Sin embargo, me conozco bastante —John Barth dijo algo así como que (cito de memoria) conocerse a uno mismo siempre trae malas noticias— como para saber que a los momentos de euforia inmotivada pueden sucederles espectaculares y bruscos bajones anímicos igualmente inmotivados. Pero no seamos agoreros. Ahora estoy contento, suena Iggy Pop, los chavales se han ido con su música a otra parte y la segunda quincena de julio tendré unas merecidísimas vacaciones.

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