lunes, 1 de julio de 2019

01/07/2019

No son buenos tiempos para hacer pública ostentación de lo desastre que es uno en relación con la comida y las tareas del hogar. Está mal visto, según creo. Hay que comer bien, hay que fregar los platos todos los días, ser autónomo, responsable, un adulto sensato y correcto. Pero, en fin, ya dijimos que esto era un diario, un ejercicio de narcisismo supremo, y yo, qué le voy a hacer, soy un desastre: ceno pizzas congeladas casi a diario, como muy a menudo arroz congelado, a veces como bocadillos por no cocinar y ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que comí fruta*. No hago ejercicio jamás, no hago la cama jamás, no plancho la ropa jamás.

Estoy confesando mis pecados porque sigo el modelo de autobiografía que San Agustín impuso en sus Confesiones, obra fundacional del género.

(Esto último —me refiero a que siga el modelo de San Agustín— no es del todo cierto).

En cualquier caso, hace poco fui a un examen médico y todo, tensión, colesterol and so on and son, está en su justo medio aristotélico, así que me temo que de momento no va a haber ningún tipo de conversión a un estilo de vida saludable, no me voy a convertir en runner ni nada por el estilo...

*No me acordaba, pero luego he caído en la cuenta de que lo escribí en este Diario. Fue el 8/06/2019. Desayuné una nectarina. Tengo que volver a comprar fruta. La verdad es que las nectarinas me gustan.

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