lunes, 28 de abril de 2014

Fríos ángeles del alba y otros ángeles

EL ÁNGEL 
Al amanecer,
cuando la dureza del día es aún extraña,
vuelvo a encontrarte en la precisa línea
desde la que la noche retrocede.
Reconozco tu oscura transparencia,
tu rostro no visible,
el ala o filo con el que he luchado.
Estás o vuelves o reapareces
en el extremo límite, señor
de lo indistinto.
No separes
la sombra de la luz que ella ha engendrado.
José Ángel Valente


¿Quién sabe? Un ángel podría extraviarse entre nosotros.
Mallarmé


¡Señor, gracias! ¡A ti que nos cambias
las noches de exilio por días bendecidos!
¿No bastaba tu coro de ángeles,
cisnes puros de los celestes nidos?
Mallarmé


EL ÁNGEL 
Inclinada su frente, aparta
lejos de sí aquello que obliga y limita,
pues en su corazón va, erguido y potente,
aquel que verá en lo eterno y rueda de ello en torno.
Ante él están los cielos profundos
plenos de imágenes, y cada una puede llamarlo:
¡Oh! Ven y reconoce. No dejes nada
de tu peso en sus frágiles manos
para que lo sostengan. De noche acudirían
a ti, para afirmarte en la lucha, y vagar
irritados por casa, y agarrarte, como si te hubieran
creado, rompiendo la forma en ti
Rilke


Todo ángel es terrible
Rilke


Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en que vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran vagando.
Alejandra Pizarnik


Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento
Alejandra Pizarnik


LOS ÁNGELES MUERTOS 
Buscadlos, buscadlos:
en el insomnio de las cañerías olvidadas,
en los cauces interrumpidos por el silencio de las basuras.
No lejos de los charcos incapaces de guardar una nube,
unos ojos perdidos,
una sortija rota
o una estrella pisoteada
Rafael Alberti


Durante toda la noche
en una vigilia superior a mis fuerzas
que, de tarde en tarde, un ángel
descendía a avivar
(a veces lo confundía
con el alba, pero
el alba no podía venir)
pensaba: la adolescencia tiene
un ojo fijo, sometido a la muerte,
un ojo suicida y cruel
José Ángel Valente


Al fin, sobre el torso desnudo
brilló el acero al aire,
puro como el ala de un ángel.
Mas no era un ángel.
José Ángel Valente


Y, por último, Ángeles, de Juan Eduardo Cirlot

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