miércoles, 29 de enero de 2014

Parálisis

Más de trescientos borradores. De la autocrítica a la parálisis permanente. Tal vez he perdido la capacidad para hablar con coherencia sobre cualquier cosa. Tal vez me he vuelto tan vago que hasta hilvanar frases me da por saco. Quién sabe. Adaptaré mi sintaxis. Fragmentaria. Entrecortada. No doy más de mí. Es lo que hay. Como tantos otros. Especie de imitadores de Beckett. Todos la misma sintaxis. Un asco y una desesperación. Sí, todos iguales. Todos reflejando en su verbo aséptico el tedio contemporáneo. El espejo de sus escritos reflejando el zeitgeist, acogiéndolo en su seno inmaculado. Más aburrido leerlos que vivir. Y el espíritu sopla donde quiere, como siempre. El espíritu que es soplo, un soplo tenue, apenas material, el espíritu que sobrevuela la carne y todo lo de aquí abajo y existe desde siempre y se encarna, se hace carne, se inscribe en el cuerpo corruptible de la escritura. Así San Juan. Y el logos era en el principio y el logos era dios. Pero no, no es así. Quién sabe, de todas formas. Dudoso, en cualquier caso. El espíritu que existe desde siempre, la presencia plena, que desciende y se encarna. ¿No será exactamente al revés? Y estas cuestiones, ¿a quién le interesan? Y, ¿las estaré formulando bien? ¿Cómo puedo saberlo? ¿Qué quiero decir cuando digo si no será al revés? ¿A qué me refiero? ¿Ven cómo pierdo la capacidad para hablar con coherencia?

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