jueves, 23 de enero de 2014

Aforismos de un diletante nihilista y perezoso

Inútil merodear alrededor de tediosos fárragos verbales perpetrados por académicos sistemáticos para, por fin, volver a encontrarme felizmente con el bueno de Cioran, ese viejo amigo. Alejémonos de los buscadores de la Verdad. Seamos más lúcidos. Disfrutemos de la lectura.

Es un imperativo del honor filosófico no discutir jamás. Algunos calificarían esta actitud de dogmática. Que digan lo que les parezca bien. No vamos a discutir con ellos.

El descuidado estilo de innumerables filósofos debiera servir como argumento en contra de lo que dicen. La independencia del significado respecto del significante es, desde luego, una ilusión metafísica. Puro idealismo, pura mentira, pura tontería. 

La honestidad del diletante, del vago, del desganado. Algún día me veré obligado a escribir un mamotreto sobre esta cuestión. Algún día siempre por venir, claro.

La pereza es la más poderosa de las pasiones, como sabía Beckett. El vitalismo me da pereza: tanto moverse por la carretera de un lado a otro, como en cierta novela.

Ser algo ya es un exceso. Con ser basta.

Diseñar una tabla de categorías, estructuras, todo muy sincrónico y sistemático, y a continuación forzar a la realidad a pasar por tu embudo mágico. Bien está, pero que nos dejen a nosotros cazar algún instante desgajado, suelto, algún pequeño instante que flote ingrávido y luminoso, sustraído al furor del tiempo. 

El gran desfile del espíritu hegeliano atraviesa la Historia. Apartémonos, dejémosle pasar. Que siga su curso sin nosotros. Permanezcamos siempre al margen de tales estruendos.

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