sábado, 17 de mayo de 2025

Tractatus logico-culinarius

1. No hay que echar guisantes a la ensaladilla rusa. Ni a nada. Es más, no hay que comer guisantes.

1.2. A no ser que sean crudos. Directamente de la vaina a su paladar. Así estaban buenos, creo recordar.


2. La tekne culinaria requiere praxis. Como en cualquier otro aspecto de la vida, la clave para mejorar es repetir y repetir. 


3. Cocinar es un juego o arte libre, creativo, pero sometido a normas.

3.1. Por ejemplo, no hay que echarle chocolate blanco a una hamburguesa (caso real). Esto ya no sería libertad, sino un caso flagrante de libertinaje culinario. 

3.1.1. No todo vale: demasiada libertad convertirá vuestros platos en mejunjes ininteligibles.


4. Máximas que pueden servir como guía: paciencia, tiempo, ser generosos con el aceite de oliva, sofreír y remover con entusiasmo y alegría, no lavar los champiñones (se limpian en seco)

4.1. Las salsas se espesan con tiempo y calma, no con harina. Eso es de torpes.

4.1.1. A ver, en ocasiones, cierto es, en determinadas salsas, sí que hace falta harina.


5. El Hypokeimenon, la Substantia, la Ousía, el Primer Principio, el Fundamento Primigenio, la Causa  Incausada, el Motor Inmóvil, el Sujeto Trascendental que debe poder acompañarlo todos los guisos... todo eso y más es el Sofrito.

Contra la teoría

No solo los físicos, los filósofos también han considerado que la física es la reina suprema de las ciencias y que, en última instancia, todo se reduce a ella. Esta visión tan simplista, por inverosímil que parezca, ha sido predominante durante cierto tiempo. La búsqueda de una teoría del todo se ha propuesto sin asomo de ironía. ¡Del todo, nada menos! La objeción filosófica a este delirio igualmente filosófico es obvia: no puedes meterte el todo en el bolsillo, porque el bolsillo forma parte del todo. 

Pero, más allá de este totalitarismo metafísico y extremo reduccionismo, esta visión de la física se basa en un prejuicio injustificable: la superioridad de la teoría sobre la práctica. Primero estaría la teoría, después vendrían, si eso, las aplicaciones prácticas. Este teoreticismo se da por sentado cuando no hay ninguna razón que lo justifique. De hecho, es falso: las ciencias no son actividades meramente especulativas, no observan el mundo desde fuera, sino que están implicadas en él y lo transforman. Teoría y praxis están implicadas dialécticamente entre sí. El reino puro de la teoría es un  puro cuento.

Contra la ambición

Decía Cioran que la ambición es la fuente de todas las catástrofes. Así es, desde luego. Nada más perverso y despreciable que el sujeto moderno, deseoso de superarse a sí mismo. Su ciega actividad febril debiera producirnos una mueca de espanto. Ajeno a la contemplación, al silencio, a la belleza y a la serenidad, a los encantos y dones de la pereza, el ambicioso vive para imponer su voluntad, para imponerse a los demás, e incluso a sí mismo. Pobre diablo. Desde aquí nos apiadamos de su atribulada alma.

Why Movies Just Don't Feel "Real" Anymore

Menuda clase maestra de Estética y Filosofía de la Percepción PD: Observen las imágenes de las películas de Terrence Malick, el mayor genio ...