viernes, 29 de enero de 2021

29/01/2021

En la biblioteca solo se puede sentar una persona por mesa, para cumplir con la distancia social y con las restricciones de aforo. Hoy ha venido un grupo de seis chavales a la sala infantil, han juntado las sillas en una mesa y les he explicado que no podían hacer eso. Luego ha venido la madre de uno de ellos hecha una fiera, que a ver dónde ponía que no se podían juntar. Le he explicado amablemente las normas (puedo tener muy mal genio, pero mi táctica favorita con la gente desquiciada es ser extremadamente educado). La señora se ha ido indignada, diciendo que va a poner una queja. Por mí puede poner todas las quejas que quiera, que yo soy un kantiano de estricta observancia, y en la biblioteca se van a cumplir las normas y los protocolos a rajatabla, sí o sí.  

Por otra parte, hay seres de luz que te piden perdón por devolver un libro con un día de retraso. Naturalmente, yo les sonrío y les digo que no pasa absolutamente nada, que no se preocupen. Siempre hay más gente simpática y agradable que cafres, aunque los cafres hagan más ruido. Hay que tenerlo en cuenta.

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