lunes, 17 de marzo de 2014

El Señor S. va al dentista, o de la guerra entre el sistema nervioso de uno y su propio yo

Estoy sentado en una sala, rodeado de cabezas y de cuerpos. Estoy desplegando un inagotable catálogo de estereotipias motoras y luchando por no hacerlo para no parecer un autista aterrado y fuera de control. Logro no hacer ningún movimiento durante unos escasos segundos, pero luego mi revolucionado sistema nervioso toma el control y aumenta la intensidad y la frecuencia de movimientos estereotipados. Mis manos se han desquiciado por completo. No paran. Recuerdo todas las veces que me he desmayado en el dentista a lo largo de mi vida, lo cual no es una buena idea. Lo mejor sería parar, serenarse y ser consciente de que la gente no suele morir en el dentista. Echo un vistazo a mi alrededor. La gente parece tranquila. A punto estoy de preguntar, con hiperbólico patetismo: ¿por qué toda esa gente disfruta del privilegio de poder estar aquí sentados tranquilamente, en la sala de espera del dentista, mientras yo he de realizar un esfuerzo titánico solo para vencer la tentación de salir huyendo? ¡Oh Dios, pedazo de inútil, me diste un sistema nervioso averiado! Respiro hondo. Ante todo mucha calma, como dirían Siniestro Total. Tómatelo con calma, como haría el Nota. Me doy buenos consejos. Me repito mentalmente una y otra vez el famoso aforismo de Nietzsche sobre la escuela militar de la vida: lo que no te mata te hace más fuerte. Bien, vamos bien. A las estereotipias motoras he sumado estereotipias verbales, pero no importa. Las cabezas y los cuerpos de mi alrededor se van yendo. Queda poco para que llegue mi turno. Supongo que mi estado de pánico es evidente, porque se me pregunta, con una amplia Sonrisa Profesional, si puedo entrar solo al dentista, a lo que respondo que sí. Únicamente necesito compañía por la alta probabilidad de desmayarme que se infiere de mi historial. Pero soy un ser completamente funcional. Tal vez un pelín nervioso en determinados contextos y extremadamente propenso a sufrir bajadas de tensión fulminantes. La sala de espera del dentista no es precisamente mi lugar favorito del mundo.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario