sábado, 3 de octubre de 2009

Wind

No recuerdo quién fue el primero en sugerirlo. Tal vez no fue nadie. Tal vez todo comenzó como un temor presentido por todos, como una posibilidad que nadie se atrevía a verbalizar. Cada día caminábamos menos. Poco a poco, fuimos dejando de hablar entre nosotros. Un grupo de cinco o seis personas estuvo con nosotros durante un mes. Ni siquiera nos saludamos. Por supuesto, tampoco nos despedimos. De vez en cuando, por la noche, alguien lloraba. Su llanto se diluía en el crepitar del fuego. De todos modos, seguimos buscando. Pero la sospecha de quizá no hubiese nadie en Wind no era algo que pudiera ignorarse. Tal vez murió hace muchísimo tiempo. La imagen de los inmensos espacios en los que la luz se desplegaba con un temblor tímido se repetía en mi cabeza. Lo otros, sin embargo, albergaban visiones diferentes. Tal vez un sistema autónomo gobierna el flujo de imágenes. Tal vez no haya programador. El sistema tiene fallos. No podemos compartir el mundo. No podemos hablar entre nosotros.

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