miércoles, 3 de junio de 2009

El tarado que tararea su desdicha

Piénsate como una voluta de humo surcando el universo.
Piénsate como el último trago de cerveza en el desierto.
Piénsate como el cuerpo desolado que eres en un inmenso mar abandonado dejándote llevar por los designios de las corrientes con la conciencia a punto de precipitarse en la nada acogedora y triste de una sonrisa hecha pedazos,
pedazos que flotan por la ausencia de gravedad en el silencio hermético de la nave.
Piénsate como un robot defectuoso fabricado por la Corporación El muñequito que ríe.
Piénsate como un superhéroe escondido tras la fachada de torpeza y timidez capaz de salvar el mundo pero incapaz de salvarte a ti mismo.
Piénsate como el conductor solitario que atraviesa la red de carreteras sin más destino que perderse y abrir la ventana para que salga el humo del cigarrillo y poner la música a todo volumen cuando todo estén ya durmiendo en sus camas, abrazando a sus mujeres o a sus hombres y tú continúes entregado a tu tarea indescifrable de ser refractario a todo proyecto calculado.
Piénsate como el trago más desesperado al final de la noche cuando la claridad del día te asalta como la alucinación más insospechada.
Piénsate como el lagarto al sol tumbado sobre la nieve reflectante,
como el espectro agujereado por los rayos siderales de una tormenta cósmica,
como el grito lanzado a nadie por nada desde cualquier ventana abierta una noche de verano de un año olvidado,
como la incertidumbre que nos asola a veces, cuando nos pilla desprevenidos,
como un gesto de despedida cuya imagen se queda congelada para siempre sin remedio,
como los bares preferidos que ya están irremediablemente cerrados, brumas de recuerdos borrosos,
como la portada de un disco cuyas canciones soñaste paseando de regreso a un lugar barrido por el viento.
Piénsate como un ser finito con el destino roto y tendrás al tarado que tararea su desdicha con un gesto nimbado de interferencias angustiosas esperando que algo pase de una vez.

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