sábado, 17 de septiembre de 2022

Sin fin

Una de las premisas a la que estamos acostumbrados es dar por hecho que cada acción está dirigida a un fin y que ese fin es el bien que necesariamente el agente se propone todo el tiempo. De este modo, puesto que el fin se concibe como algo trascendente o de algún modo externo, el bien se separa del hombre. ¡Cómo me parece más aceptable la idea epicúrea según la cual ningún órgano del cuerpo humano fue creado con vistas a un fin y que cada cosa que nace genera en la práctica su bienestar! A fuerza de gesticular, la mano encuentra su placer y su destino; el ojo, a fuerza de ver, se enamora de la visión; y las piernas, andando a tientas, descubren el paseo. Por lo demás, es lo que vemos ocurrir en los niños y en lo que nos sugieren las artes como la danza, que no tienen otro fin que la pura exhibición de un movimiento, de lo que un cuerpo es capaz de hacer. Por eso he tratado de sustituir el paradigma de la acción dirigida a un fin por el del gesto sustraído de toda finalidad.

Giorgio Agamben 

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