jueves, 31 de marzo de 2022

Deconstrucción de la deconstrucción

Como es sabido, el término deconstrucción fue la traducción que hizo Derrida de la famosa destrucción de la historia de la ontología que proponía Heidegger en Ser y Tiempo. Dado que esta destrucción no tenía, según Heidegger, un carácter meramente negativo y trataba de apropiarse creadoramente del pasado, de las posibilidades contenidas en ese pasado —concretamente de las primeras determinaciones del ser, tales como la presencia—, el neologismo de Derrida daba cuenta de manera brillante de ese doble movimiento de destrucción y creación.

Pero, como también es sabido, no podemos apelar al origen del término para reclamar su auténtico significado, puesto que el significado de un término no está para siempre encadenado a su significación originaria. El significado de la deconstrucción nunca ha estado claro. Tampoco lo pretendía. Además, el propio Derrida habla en alguna parte de otro origen, o de un origen otro, de una génesis diferente del archifamoso neologismo.

No obstante, tras el uso de la deconstrucción por parte de cocineros flipados, llama la atención el uso de la deconstrucción por parte de progres plañideros, por así llamarlos. Según estos últimos, la deconstrucción es algo así como una mirada retro-introspectiva a las primeras determinaciones patriarcales de la masculinidad que todos los hombres tenemos el deber de realizar. El objeto de la deconstrucción somos nosotros mismos. La deconstrucción deja de ser un acontecimiento y pasa a ser un deber moral. Todos los hombres, por el hecho de serlo, creemos en lo más profundo de nuestro ser que lo mejor es resolver los conflictos a bofetada limpia, es decir, a lo Will Smith. Que todos los hombres creemos esto es algo que no necesita demostración, es simplemente un axioma que se asume dogmáticamente.

Llama la atención, en primer lugar, el tufo de moralina barata que envuelve a estos discursos. En realidad, lo importante no es deconstruir nada sino mostrarse en público como un hombre deconstruido o, mejor aún, como un hombre inmerso en pleno proceso de deconstrucción.  

Estar en proceso es mejor por una razón muy sencilla: de esta manera uno puede seguir exhibiendo públicamente sus virtudes y su moral superior. Si simplemente no vas por ahí abofeteando a la gente, pues no puedes contar, con su debido arco dramático, la historia de tu lucha contra los demonios interiores que te atormentan, tu heroica gesta contra los valores que el malévolo patriarcado embutió en tu pequeña cabecita infantil cuando aún jugabas en el patio del colegio.

PD: La movida del bofetón ha eclipsado el discurso de Will Smith hablando sobre el amor y el diablo y todo ese rollo, o sea, hablando como un auténtico chiflado religioso. Eso sí que da escalofríos. Mucho más que su masculinísimo manotazo.

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