viernes, 25 de octubre de 2019

25/10/2019

A pesar de haber sido acusado por un compañero de trabajo y amigo de ser un vago y no querer aprender idiomas —él está intentando aprender catalán y gallego para poder presentarse a oposiciones allí donde lo exijan, yo paso olímpicamente del tema y considero que se la va la olla porque ya es bastante difícil sacar una plaza de bibliotecario en castellano— y a pesar de que es completamente cierto que soy un vago, la verdad es que me gustaría —nótese el condicional— aprender italiano para poder disfrutar plenamente al gran Franco Battiato en su idioma original, aprender alemán para leer a Hegel y compañía y aprender griego para estudiar en serio filosofía antigua.

De todas formas, he de decir que sí, en general soy un vago, pero no en el trabajo. Soy perfectamente capaz de pasarme horas y horas concentrado en el rastreo y captura de registros bibliográficos en catálogos cooperativos, por ejemplo. De hecho, me gusta. Hay gente a la que le parece una actividad tediosa y repetitiva, a mí me parece entretenida y placentera. 

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