viernes, 24 de mayo de 2019

Entrevistas breves sobre el raro placer de la lectura

—La mejor situación para ponerse a leer literatura en serio es estar encerrado en casa, cobrando el paro. En esta supuestamente desgraciada situación te puedes pasar tranquilamente unas seis o siete horas diarias leyendo. Puedes hacer breves pausas para mirar por la ventana y echar un vistazo al mundo más allá del texto, un mundo tranquilo de tejados rojos y cielos serenos, un mundo que se prosternará ante ti, ante tu mirada errante y alucinada que oscila entre la realidad sugerida por la lectura, no por ello menos intensa, menos vívida, y la realidad filtrada por tus intuiciones sensoriales. Naturalmente, de vez en cuando puedes bajar a prepararte un café revitalizante y luego proseguir con tu lectura incesante, y levantarte y dar vueltas ensimismado alrededor de la habitación, rumiando lo que vas leyendo. Puedes permanecer callado y feliz durante horas, enfrascado en esos raros, fascinantes, paradójicos laberintos verbales en los que te encuentras a ti mismo y a la vez te pierdes a ti mismo. Sumergido en otro mundo, en el mundo de otro, inventado por otro, pero habitado ahora por ti y resucitado por el hecho de que tú lo estás leyendo...

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