viernes, 22 de febrero de 2019

Estar un poco hasta el gorro como condición de posibilidad de acceso al universo artístico

Cuando uno ama la vida, no lee. Ni tampoco va mucho al cine. Digan lo que digan, el acceso al universo artístico queda más o menos reservado para los que están un poco hasta el gorro. 
Michel Houellebecq, H. P. Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida 

Un libro breve, pero maravilloso, de un autor más o menos reaccionario sobre otro indudablemente racista. 

PD: Sigo estancado en una alarmante sequía lectora, apenas rota por la lectura de este librito. Como estoy estudiando, con la remota esperanza de sacar algún día una plaza de bibliotecario y abandonar la incertidumbre del interino al que cuaqluier día pueden poner de patitas en la calle, últimamente leo, sobre todo, normas ISO, fechas, historia del MARC, metadatos, sistemas de clasificación y montones de acrónimos. También leo un poco a Kant. A Kant hay que leerlo despacio y en dosis pequeñas, de lo contrario te arriesgas a sufrir un trombosis cerebral. Kant dice que la voz del deber acalla los cantos de sirena de la felicidad, y yo estoy con el solitario de Königsberg. La libertad no consiste en hacer lo que uno quiere —eso supondría ser esclavo de los deseos*— sino en hacer lo que uno debe. Y nadie, que yo sepa, dijo que ser libre fuera fácil. En fin, divago...

PD2: Sea como fuere, pese a mi fascinación por Lovecraft, he de decir que mi tonalidad afectiva fundamental no es tanto la del terror cósmico ni, desde luego, la del odio y el miedo —qué horrible sería vivir así— sino la de algo que podríamos llamar, viniéndonos muy arriba, melancolía cósmica, algo que late en el fondo de ciertas canciones, de ciertos paisajes, algo que huye y que que no podemos dejar de perseguir... ¿El pasar de las cosas que nos pasan? ¿El tiempo, el anhelo de lo que pudo ser y no fue, de lo que ya nunca será? Quién sabe...

*El deseo, según Deleuze, se produce por una concatenación de objetos. Véase, por ejemplo, la publicidad. Nos muestra una serie de objetos deseables. No se trata de una carencia, sino de una producción. Ahora bien, la mayoría de esos deseos se nos han impuesto, más o menos. ¿Qué libertad, qué autonomía puede haber en desear lo que nos han inducido a desear? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario