lunes, 31 de diciembre de 2018

Posposmodernismo: la narrativa de DFW

Como estoy de vacaciones, tengo tiempo para entretenerme leyendo una tesis doctoral sobre la narrativa de David Foster Wallace, escrita por Carlos Cerdeña de la Rosa. Lo malo es que ya he leído exactamente 69 páginas —la tesis tiene unas escasísimas 240 páginas— y he tenido que tragarme una sarta de topicazos académicos en la que no aparece DFW por ninguna parte: Walter Benjamin y el arte en la era de la reproducción técnica, Baudelauire y el flaneur, Fukuyama y el fin de la Historia y etcétera y etcétera (la misma matraca de siempre).

El posposmodernismo sería una fase de transición entre el capitalismo tardío y un nuevo modelo comunitario. El concepto, a mi juicio, es arbitrario y apenas está definido. Supongo que con posposmodernismo, acordándonos de la célebre definición de Jameson de la posmodernidad como lógica cultural del capitalismo tardío, se hace referencia a la lógica cultural de ese supuesto periodo de transición que vendría a continuación del capitalismo tardío. 

Posposmodernismo haría referencia, no a un modo de producción, sino a la lógica cultural que seguiría al derrumbe de ese modo de producción. Pero el problema es que la narrativa de DFW —quien ciertamente no era un autor posmoderno— no da cuenta de un mundo poscapitalista sino más bien de ese capitalismo tardío, agonizante, esquizofrénico, de ese mundo de Sonrisas Profesionales, adicción al entretenimiento y empleados de Hacienda que se pasan cuatro días muertos sobre su mesa sin que nadie se de cuenta (y si calificamos a DFW como posposmoderno por venir después de los posmodernos clásicos de los años cincuenta como Gaddis y por haberse criado con la televisión, ¿la siguiente generación sería de escritores posposposmodernos por haberse criado con vídeos de youtube? ¿Y cuál es el límite de prefijos que admite la modernidad?)

Si hubiese que poner dos prefijos al término modernidad para calificar la narrativa de DFW, yo optaría directamente por calificarla de antiposmodernismo. Porque DFW asumió el legado posmoderno —Pynchon, Barth, etcétera— y usó muchos de sus recursos, pero se opuso a sus consecuencias. Se aprovechó de su método y luchó contra su doctrina, por así decirlo. 

PD: En todo caso, ya digo que solo he leído 69* páginas, así que tal vez en las restantes el concepto de posposmodernidad —del que he de decir que ya a priori recelaba, porque me parece o bien una broma, o bien una denominación meramente provisional— se defina mejor. Y se empiece a hablar de una vez de DFW.

PD2: La cuestión de cómo categorizar la narrativa de DFW es interesante, sin duda, pero también habría que decir que La broma infinita es simple e indudablemente la mejor novela jamás escrita y trasciende géneros y épocas y no se acaba nunca. 

PD3 (Habiendo leído más de 69 páginas): En determinado momento, Carlos Cerdeña, acumulando tópicos y continuando con la proeza de escribir una tesis sobre DFW en la que casi no se habla de DFW, equipara la frase de Höderlin donde crece el peligro, crece también lo que salva, usada por Heidegger, con la frase de Nietzsche lo que no te mata te hace más fuerte y con lo sublime kantiano. Las conexiones son bastante peregrinas, la verdad. Según Carlos Cerdeña, la frase de Nietzsche es una deformación posmoderna de la realidad, ya que nunca dijo la frase tal y como se ha incorporado al imaginario colectivo. Pero la variación es mínima. Nietzsche escribe en El crepúsculo de los ídolos: «De la escuela militar de la vida. Lo que no me mata me hace más fuerte.» Yo no veo deformación por ninguna parte. 

PD4 (Habiendo leído más de 90 páginas): En otro determinado momento, Carlos Cerdeña dice que la inversión del platonismo de Deleuze sería la versión filosófica de la honestidad brutal de DFW. A esto no le veo sentido alguno por más vueltas que le doy. Invertir el platonismo es algo que podríamos calificar como un proyecto metafísico —que, por decirlo rápidamente, consistiría en comprender las Ideas no como el modelo al que se ajustan los entes, no como lo primero, lo que da forma, principios constituyentes supremos, sino como resultado, como efecto, como producto— mientras que la honestidad brutal, la nueva sinceridad, ¿no es una ética? ¿Cómo se relacionan la inversión del platonismo y la honestidad brutal? Según Carlos Cerdeña, si es que he entendido algo, lo que tienen en común es que buscan una respuesta más allá de la ironía, pero a esto sigo sin verle sentido...

PD5 (En la página 102): Seguimos el recorridos por los tópicos de la filosofía continental, esta vez el ultramanido y cansino Debord y La sociedad del espectáculo. DFW sigue sin aparecer. Es el Gran Ausente de una tesis dedicada a su narrativa.

PD6: Dice Carlos Cerdeña que 4'33" es una obra de puro silencio, pero ¿no es lo contrario, una obra que demuestra que el puro silencio no existe?

PD7 (En la página 108): Otro tópico, los no-lugares de Marc Augé, concepto estúpido donde los haya. ¿Los supermercados y los aeropuertos no son lugares? Por favor...

PD8 (Alrededor de la página 170): Por fin se empieza a hablar de DFW y de sus influencias literarias. 

PD9 (Conclusiones): Dice Carlos Cerdeña que una de las alternativas propuestas por DFW al aburrimiento y a la alienación es convertirse en king of a skull-sized kingdom, pero la propuesta de DFW es totalmente opuesta (quizá yo he entendido mal a Carlos Cerdeña, porque de hecho él habla sobre el tema de la atención y la vida adulta tal como lo trata DFW, lo que no concuerdan con la propuesta de convertirse reyes del tamaño de nuestro cráneo): prestar atención a lo que ocurre fuera de mí, rechazar convertirme en king of a skull-sized kingdom, salir de mi diminuto reino solipsista.

*Aunque sé que es absurdo y no viene a cuento, no he podido resistirme a coger El ermitaño de la calle 69, de Jerzy Kosinki, en busca de alguna jugosa cita sobre el famoso número. Extraigo esta: «Desordenadamente encariñados el uno con el otro, los dos números se encuentran a menudo y, uniendo sus extremos opuestos en apretado abrazo, se convierten en el número sesenta y nueve o noventa y seis, que para Kosky significan lo mejor en las relaciones humanas».

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