sábado, 15 de junio de 2024

Libro de los días de Sergiusz Robles

Sábado, 2024

La sala de estudio está en silencio. Sergiusz observa las caras pálidas y concentradas de los estudiantes, encorvados sobre sus apuntes y sobre sus portátiles. Unos van y vienen por entre las mesas, otros no pueden evitar que su atención sea secuestrada cada dos por tres por sus móviles. De fondo suena el ruido blanco del aire acondicionado, de manera que el silencio no es absoluto. Nunca lo es. Como se aburre, le da por hojear un libro incomprensible. Trata sobre la Filosofía Antigua. Lo Uno acontece como ruptura de y con lo Otro, se dice en ese libro. El decir dice primordialmente la ruptura, el desgarro, el entre, la separación. Algo así. No queda nada claro. La génesis de la metafísica occidental parece ser un asunto de una complejidad delirante, algo tremendamente abstruso, no apto para no iniciados en los arcanos misterios del juego que ya siempre estamos jugando. De cualquier manera, en ese libro incomprensible late el vértigo del pensamiento. ¿Qué significa el vértigo del pensamiento? Sergiusz no tiene ni idea.

Deja el libro, agotado, y mira el móvil. Sergiusz también se ve afectado por la catástrofe generalizada de nuestra época, esa endémica falta de atención que todo lo anega, que se extiende como una bruma imparable y llega incluso a infiltrarse en nuestros cerebros, saltando de las redes informáticas a las redes neuronales y emborronando nuestras conexiones sinápticas.


Luego llega a casa y piensa en ella, en fundirse con ella. La imagina en el aire. La recuerda. Se diría que puede sentirla, respirarla, acariciarla. La ruptura con lo otro deja de ser escuálida y lúgubre metafísica y se vuelve un asunto carnal, tangible, en el que intervienen diversos fluidos y gemidos. Ambos fundidos, llegando a ser por unos instantes algo así como un Uno extático. Ambos fuera de sí, volcados uno en el otro respectivamente. Divaga. Se dice que es el fin de la metafísica: el Uno se hizo carne y sangre, sangre que bombea frenética, sangre arrebatada, y saliva y brillante humedad y palabras susurradas, empapadas en sudor, y también mordiscos y arañazos. No más abstracciones, solo miles de besos, miles de polvos. Vemos el amor por el amor. En las caricias las manos se transforman en antenas del ser.


Ese mismo sábado, por la tarde

Sergiusz Robles está de nuevo en la biblioteca. Ya comió, ya tomó el café. No durmió la siesta. 


Más tarde, a eso de las siete

Hojea otra vez su metafísico libro. Theorós, el teórico, es quien está en el juego, pero viéndolo desde fuera. Cierra el libro, reflexiona. No, no reflexiona, tiene hambre. Siempre tiene hambre, un hambre feroz. Sueña con comida, con comida grasienta. Hamburguesas triples con queso fundido y bacon crujiente, pizzas con chorizo picante, kilos de chuletas de cordero...

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