En León es fácil oír que el calor es peor que el frío. Pero no es verdad. Yo odio el frío. Y la gente me suele objetar lo siguiente: ya, pero el calor extremo es peor que el frío extremo. Pues no, no lo es. Y últimamente paso los veranos en Extremadura y los inviernos en León, y definitivamente me quedo con el calor.
PD: Tengo fe —la fe es la hipóstasis de las cosas esperadas, como bien dijo San Pablo— en que el paracetamol me libre de la febrícula y pueda salir, pese al odioso frío, a empezar el año como se debe empezar un año: bebiendo gin-tonics, muchos gin-tonics*.
PD2: Se me olvidaba: ¡Feliz año, queridos, escogidos, sufridos lectores! Os deseo mucho más que suerte.
*Además, aunque prácticamente vivo en chándal, por alguna razón tengo muchas americanas, y si no me pongo hoy una a ver cuándo me la pongo.
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