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Este texto es maravilloso, entre otras cosas, porque califica a Pinker de psicolofastro.
Hay que tomarse en serio la aparentemente bufonesca y celebérrima declaración socrática de ignorancia —solo sé que no sé nada— como punto de partida del conocimiento. El tamaño de lo ignorado es brutal, y siempre superará con creces a lo conocido. En cierto modo sí es cierto que todos somos idiotas.
PD: Y ahora me voy a estudiar cosas áridas y aburridas en vez de seguir gozando con los sabrosos artículos de Sin Permiso.
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