(Hemos de decir, entre paréntesis, y en honor a la verdad, que algunas espantosas resacas, amén de situarnos al borde mismo de los hornos infernales, con nuestros descompuestos cerebros siendo horrorosamente lamidos por lenguaradas llameantes, han merecido la pena).
Prosigamos. Kingsley Amis, nos cuenta Moore, describió un despertar resacoso de la siguiente forma: como ser arrojado como un cangrejo roto sobre los guijarros alquitranados de la mañana. Quien lo probó lo sabe.
En la Guía del autoestopista galáctico, Arthur Dent se levanta con resaca el día en que los Vogones destruyen la Tierra. Y creo recordar que, debido a que ya es un triste treintañero, describe una resaca como el fin de todo, el abismo final, la insondable negrura del vacío absoluto.
PD: Esto último de la insondable negrura del vacío absoluto estoy casi seguro de que me lo he inventado yo, pero vamos, la idea es esa.
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