El Minotauro llora
con melancolía sordomuda
en el centro del laberinto.
El cielo
parece un montón de ruinas:
las nubes, grises y plomizas,
están a punto de derrumbarse.
Tal vez salga el sol, otro día.
Y el Minotauro seguirá llorando.
Sabe que al salir del laberinto
otro laberinto le espera:
de nada valdría salir.
Finalmente las lágrimas del cielo
descienden sobre la tierra
y se mezclan en la tierra
con las lágrimas del Minotauro
formado así el barro del olvido
en el que las huellas se borran
y todo se pierde.
Aunque quizá haya luz en las lágrimas.
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