Decía Brian McHale que la ciencia ficción es el género ontológico por excelencia, del mismo modo que el policiaco es el género epistemológico por excelencia. El tal McHale tiene razón, así que si aún queda alguien que considere a la ciencia ficción y al policiaco géneros menores debe saber que está equivocado. En todo caso, si hay un género menor, intrascendente y tedioso, ese es el de la autoficción, territorio poblado casi exclusivamente por narcisistas neuróticos con delirios de grandeza. Aunque el Señor quiere que la viña literaria sea variada y multiforme, así que también debemos aceptar a los narcisitas neuróticos como animales literarios. Se les agradecería, eso sí, que no den el coñazo ni lloriqueen más de lo debido ni se les ocurra llamar a sus lloriqueos confesionalismo o algo así. También se les agradecería que aprendieran que confesar equivale a mentir, porque lo que uno es lo es sin más (Kafka dixit), que el arte es artificial, después de todo (Barth dixit), y que escribir no tiene tanto que ver con desnudarse, ya sea literal o metafóricamente, como con poner una palabra detrás de otra (Perec dixit).
PD: Yo mismo debo de haber practicado la autoficción narcisista y tediosa en más de una ocasión y en más de dos —incluso este mismo post, por una de esas típicas paradojas autorreferenciales de las que es prácticamente imposible escapar, podría ser considerado dentro de la categoría «narcisismo tedioso» o «cansina e interminable cháchara sobre uno mismo»—, pero a partir de ahora planeo recluirme voluntaria y gozosamente, al menos durante un tiempo, en el gueto de la ciencia ficción. Y, por cierto, tanto la ciencia ficción como el policiaco son géneros decisivos en la inmortal obra de Bolaño.
PD2: Miquel Barceló, que desde luego sabe un millón de veces más que yo de ciencia ficción, dice que se trata de una literatura de ideas y que, por lo tanto, no proporciona un goce estético al lector, sino un goce intelectual. No estoy de acuerdo con Barceló. Leer novelas, ya sean de ciencia ficción o no, es una experiencia estética, intelectual, emocional, todo a la vez. Para mí, por ejemplo, la lectura de Asimov en mi adolescencia fue una experiencia estética de primera magnitud. No fue algo meramente intelectual. El arte crea afectos y perceptos, que diría Deleuze, formas nuevas de sentir y de percibir. También, claro —pero no exclusivamente—, nuevas formas de pensar.
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