Ardor e incertidumbre.
Tiempo de perros enloquecidos: ladran, lastimeros, al final de la calle.
El polvo de los senderos: esa llovizna hosca, hermosa, que revolotea y reluce bajo la mirada furiosa del sol.
Un clima seco, inhóspito.
Tierra roja y amarilla: brama, palpita, sacudida por una voz que todavía no se escucha.
Porque solo hay silencio: pasos que no vienen, gritos ahogados.
Y miradas que se pierden, devoradas por esa grieta que lo atraviesa todo, todos los seres y todas las cosas.
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