viernes, 15 de mayo de 2015

Homenaje a Terrence Malick



Con amor y devoción incondicionales.

Decía Pascal Quignard que la belleza es la llama de una vela en medio de la tristeza, del dinero, del desprecio, de la soledad y de la noche. Y, afortunadamente para nosotros, Malick sabe captar el resplandor de esa belleza y mostrarnos su palpitante serenidad. En las imágenes de Malick, en esa hora mágica en la que la luz transfigura los objetos y los convirte en pórticos de entrada al incorruptible eón de los dioses, se celebra, por decirlo de alguna manera, una boda entre dos reinos: el instante y la eternidad.

El mayor genio de nuestro tiempo, sin ninguna duda.

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