Permítanme una vez más ser un poco cursi y sentimental y decir que los reencuentros con viejos amigos y amigas y las emotivas despedidas con efusivos abrazos a las tantas de la mañana dejan en el cuerpo una sensación extraña, una especie de alegría melancólica, arañazos de añoranza, una felicidad ebria y fugaz, no por ello menos verdadera, instantes plenos de sentido que no obstante se desvanecen en el tiempo como las consabidas lágrimas en la lluvia o el humo de los cigarrillos...
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