El octavo capítulo de la tercera temporada de Twin Peaks es el mejor capítulo de la historia de la televisión. Grotesco, fascinante, perturbador. Lynch elevado a la enésima potencia. Sencillamente brutal.
PD: Como es sabido, Twin Peaks tiene un gran peligro: sus intérpretes. Suelen estar mentalmente perturbados (dicho sea desde el respeto). Sin ánimo de convertirme en uno de esos peligroso y extraños seres, sí he de decir que las interpretaciones según las cuales Bob solo existe en la mente de Laura Palmer me parecen equivocadas. Bob es la metáfora del mal, y el mal tiene una densidad ontológica insoportable en Twin Peaks.
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