viernes, 27 de julio de 2012

Pensar la religión

El dogmatismo y la proverbial ceguera mental de los positivistas de pacotilla que por haber leído cuatro libritos de divulgación científica creen hallarse en la posesión de la verdad, sin advertir siquiera el hecho de la multiplicidad de juegos de lenguaje, ni que el sentido o el sinsentido de un discurso se juega en el interior de estos juegos, es tan irritante, al menos, como el dogmatismo de los creyentes, muchos de los cuales cometen, precisamente, el mismo error, solo que en sentido inverso, a saber: impugnar la validez del discurso considerado rival, permaneciendo exterior a él y, por tanto, no comprendiendo nada en absoluto. El resultado habitual es un diálogo de sordos, una discusión estéril en la que nadie define ni se pregunta por aquello de lo que está hablando, un lamentable espectáculo de opiniones cruzadas que no aportan nada. Por suerte, hay filósofos fronterizos (perdonen la redundancia) que, por supuesto, no traen respuestas definitivas, sino que ayudan a abrir el horizonte de las preguntas, a despertar el sentido de las preguntas y de los problemas.

Aquí y aquí.

Aquí sobre Wittgenstein, con quien mantengo una relación de amor y odio cada vez más compleja. Concuerdo totalmente con Mr. Witt. en que considerar la religión como un asunto científico es, sencillamente, una imbecilidad total o, dicho de modo más amable y pedante, un error categorial. De ahí que ver tanto a creyentes intentando refutar la teoría de la evolución con argumentos demenciales como ver a científicos demostrar la inexistencia de Dios con teorías físicas resulte fatal para mi sistema nervioso y me entren ganas de coger atizadores y lanzarlos a diestro y siniestro.

martes, 24 de julio de 2012

Capote


Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio.
Truman Capote, Música para camaleones 

jueves, 19 de julio de 2012

Sirenas

La saliva de las sirenas salpicaba mi rostro
así que me desaté del mástil para nadar
en las aguas negras de sus bocas saladas
para ahogarme felizmente en el abismo
de los cuerpos indiscernibles y alados